En el sueño era feliz. Como niño.
El campo sereno, el cielo claro, las montañas azules y pequeñas.
Mis padres eran jóvenes y me abrazaban con fuerza, juntos.
Los manteles en las mesas eran blancos como alas de Pegaso y el día tan dichoso como la noche de nuestro primer beso, en aquella República.
No estabas ahí.
Viejos amigos cantaban mientras yo sonreía. Reconocía a mi hermano a la distancia, en un traje de frac, junto a una hermosa mujer, vestida de novia, con un velo sobre el rostro, saludando alegremente.
El velo cayó.
Eras tú.
(O sólo tus ojos. O sólo tus labios. O sólo tu piel. O sólo tu cabello. O sólo tu voz.)
Sonrisa hermosa, que me asusta.
Suave beso, que ya no es para mí.
Crezco y corro. Me vuelvo feo, horroroso.
Lloro por no tenerte.
Todo se vuelve blanco, negro y gris.
El viento me castiga, la neblina me ciega, el rocío y la humedad me resfrían.
Me siento muy solo.
Estoy en un bosque oscuro y familiar, los animales me miran con rencor, soy horrible y no merezco el amor de nadie.
Soy devorado vivo por ellos. De un bocado al negro vacío.
Despierto maldiciéndote.