Una tarde de sábado me encontraba fumando solo en mi casa y pensando en las ciudades grandes y la soledad, en las revelaciones del viaje, en drogas y medicina, ojos negros y en un tercer ojo.
Me disponía a escribir un poco de ese guión que molesta tanto con que lo escriba, pero no le hice caso, mejor me puse a pensar si mis personajes soy yo, o si yo soy mis personajes.
En cualquier caso, creo que todo tiene algo de verdadero en una ficción y todo tiene algo de ficción en lo verdadero.
Pasé a los ojos negros que estuvieron arriba conmigo, pero distantes en la noche y en el día. Y en el tercer ojo que no había descubierto sino hasta mucho después de haber bajado.
Figuras en la noche, en eso pensé hace un momento, vi una imagen. Una imagen como de una Maja mas delgada, con ojos tristes y aspecto frágil, con corazón duro y fuerte, que se volvió indiferente con los años, pero que yo se que en algún año, la indiferencia se irá y comenzará a sufrir.
Otra imagen vino a mi, una dama azul marino, tranquila en la noche, con los ojos cerrados, energía latente en cuerpo y alma, casi lista para despertar. Puede sentir cosas que no pueden sentirse fácilmente.
Quisiera poder hacer eso.
Me doy cuenta, todos sufrimos, aunque no tengamos porque hacerlo.
Y debo decidirme entre dos opciones, desprendimiento o apego.
Regresé a ese pedacito de noche en el que todas las estrellas de la bóveda celeste brillaban para nosotros, en ese momento cuando no existía nadie mas en la Tierra.
La paz del silencio y el cambio de luz, el viento fuerte acompañándome en la espera de alguien.
Y después al retiro, enmedio del ruido, el ajetreo y la soledad de millones. En esa isla.
Se que algo es cierto; no acostumbro fumar solo, y creo que ya he dejado de pensar en tonterías.
Estoy tranquilo, pero no se si es una resaca muy grande.
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